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La bestia y las amantes despechadas

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Las últimas doce horas han visto surgir casi de la nada el nombre de una mujer que me ha devuelto la fe en la humanidad. Puedo decir que fui uno de los dos o tres gatos que anoche andábamos tan desprogramados que decidimos ver el banquete de los corresponsales de la Casa Blanca en Washington. Me alentaba la esperanza de ver algo como el discurso de Colbert, en 2006, cuando volvió  trizas a George W. Bush. Confiaba en Michelle Wolf, había visto algunos de sus segmentos en The Daily Show , y me parecía brillante. Pero nunca, hasta anoche, había entendido por completo lo deslumbrante que puede ser. Lo de anoche fue sublime y doloroso. Se trató de un discurso perfectamente calculado para decir montones de verdades con las que todos los presentes salieron lastimados. No es de extrañar que hoy mucha gente de orientaciones opuestas haya coincidido en decir que a Michelle Wolf se le fue la mano. A cada uno le duele algo distinto, pero la excusa que encontraron para criticarla son sus

En la distopia

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En el país del sueño, un imbécil que sólo piensa en sí mismo recibe como juguete el destino del mundo. Multitudes tomándose selfies con labios de pato y quiebre de cintura. En el país de los colombios, un hombre al que la violencia le arrebató su padre decide que su venganza será lucrarse con su dolor. Criminales que se autodenominan honorables. Un robot que recibe ciudadanía, mientras en todos lados pululan los desterrados, los que no son ciudadanos. Likes, retwits, hashtags, cosas virales. Seres humanos vendidos como esclavos. Fotos íntimas expuestas a la mirada general. Miles de millones que se venden a sí mismos, a cambio de objetos innecesarios o de algún vago sentido de identidad y de pertenencia. Hordas que descartan la presunción de inocencia y se lanzan furiosas a linchar. Seres peores que los linchados escondidos en medio de las hordas, alentando la furia. Opinadores de oficio recitando frasecitas de cajón y ufanándose de pensantes. Ricos que o

Pateando al muerto

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Foto www.infobae.com No es fácil polemizar con los muertos. Lo digo por experiencia. El vivo es el que tiene las de perder. Hace como un año o dos me vi obligado a salirle al paso a los inventos con que los chupamedias de un muerto querían exaltarlo. Viéndose un poco faltos de méritos para endilgarle, decidieron que si me enlodaban con calumnias le darían brillo al muerto. Para eso, no tuvieron reparo en lanzar ciertas acusaciones infundadas que ni el muerto se había atrevido a hacer en público. Casi siempre he procurado seguir al pie de la letra las enseñanzas de García Márquez, sobre la conveniencia de no decir ni “mú” sobre los elogios o los ataques. Pero con los chupamedias la cosa ya entraba en los terrenos de la sevicia –porque yo andaba lejos y pensaban que no me defendería–, y mis amigos empezaban a preocuparse y los menos enterados ya querían darle crédito a la terca “post-verdad”. Así que al final me vi obligado a escribir un artículo para recordarles a todos que

Bulas de foliculario

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                                                                           A Man for All Seasons (1966) Está bien, lo confieso: me cuesta quedarme callado. En febrero pasado, cuando recibí la noticia de que el periódico Vivir en El Poblado cerraba sus puertas, fingí que la noticia no me afectaba tanto. Olvidaba que un hábito de más de veinte años (escribo columnas de opinión desde 1993) es casi imposible de eliminar. Como la zorra, dije: podré dedicarles más tiempo a los libros. Pero lo cierto es que dejar de escribir mi columna no le ha agregado minutos a mis proyectos más lentos y de largo plazo. Lo único distinto es que ahora me atraganto con los temas y me veo con frecuencia exclamando que un asunto cualquiera “daría para escribir una columna”. También incurrí en la ingenuidad de pensar que algún medio aprovecharía la oportunidad para invitarme a escribir en sus páginas. Lo siento, todavía no logró sofocar ese viejo rezago de idealismo que también alimentaba la ilusió