En la distopia
En el país del sueño, un imbécil que sólo piensa en sí mismo recibe como juguete el destino del mundo. Multitudes tomándose selfies con labios de pato y quiebre de cintura. En el país de los colombios, un hombre al que la violencia le arrebató su padre decide que su venganza será lucrarse con su dolor. Criminales que se autodenominan honorables. Un robot que recibe ciudadanía, mientras en todos lados pululan los desterrados, los que no son ciudadanos. Likes, retwits, hashtags, cosas virales. Seres humanos vendidos como esclavos. Fotos íntimas expuestas a la mirada general. Miles de millones que se venden a sí mismos, a cambio de objetos innecesarios o de algún vago sentido de identidad y de pertenencia. Hordas que descartan la presunción de inocencia y se lanzan furiosas a linchar. Seres peores que los linchados escondidos en medio de las hordas, alentando la furia. Opinadores de oficio recitando frasecitas de cajón y ufanándose de pensantes. Ricos que o