La bestia y las amantes despechadas
Las últimas doce horas han visto surgir casi de la nada el nombre de una mujer que me ha devuelto la fe en la humanidad. Puedo decir que fui uno de los dos o tres gatos que anoche andábamos tan desprogramados que decidimos ver el banquete de los corresponsales de la Casa Blanca en Washington. Me alentaba la esperanza de ver algo como el discurso de Colbert, en 2006, cuando volvió trizas a George W. Bush. Confiaba en Michelle Wolf, había visto algunos de sus segmentos en The Daily Show , y me parecía brillante. Pero nunca, hasta anoche, había entendido por completo lo deslumbrante que puede ser. Lo de anoche fue sublime y doloroso. Se trató de un discurso perfectamente calculado para decir montones de verdades con las que todos los presentes salieron lastimados. No es de extrañar que hoy mucha gente de orientaciones opuestas haya coincidido en decir que a Michelle Wolf se le fue la mano. A cada uno le duele algo distinto, pero la excusa que encontraron para criticarla son sus